Desde con quién cenarías esta noche, vamos a dedicar un espacio durante los próximos meses a abrir una puerta que se ha ido cerrando durante los últimos veinte años, la puerta de la comunicación familiar.
La aparición de la televisión (primer medio de desinformación por excelencia), marcó un antes y un después en el comportamiento familiar y por ende en el crecimiento y maduración de la juventud.
Si bien anteriormente existía la radio, ya se sabía con quién cenarías esta noche al no tener una emisión de ondas luminosas que entraran por los nervios ópticos e influyeran negativamente sobre el área frontal de sus usuarios, pues no podemos afirmar que tenga o tuviera unos claros efectos secundarios como pasa con la tecnología que se transmite visualmente.
La evolución tecnológica ha sido digna de la mejor y mayor carrera de velocidad que se haya visto en el mundo, se pasó de esa radio a un televisor en las casas con una sola cadena, de aquí a varias cadenas y después a muchas más cadenas, muchísimas, demasiadas.
Eso generó el primer cisma familiar, de centrarse en saber con quién cenarías esta noche a tener que ponerse de acuerdo en qué y como ver por la fábrica de sedentarios podía suponer un esfuerzo para todos los miembros y así se empezaron a implantar televisiones en cocinas y finalmente invadieron los dormitorios de los más irresponsables y de sus hijos.
Sin lugar a dudas, el fin de la educación directa familiar y el fin de los vínculos familiares profundos.
No sé cómo encontrar las palabras adecuadas, pero en vez de centrarse en disfrutar de saber con quién cenarías esta noche, te encuentras en que puede ver a un miembro de una familia, hacer callar a otro que quiere comunicarse, porque no se puede oír a desconocidos por la Tv, me parece de lo más (palabra que quieras poner) y de lo peor (palabra que quieras poner).
Es la decadencia manifiesta presentada como normalidad, y no solo es grave, es más que grave, profundo y triste, muy triste y penoso.
Por orden de importancia familiar diaria, va; el smartphone, el ordenador, la televisión, la Tablet, los hijos, los abuelos o la pareja, y los animales de compañía. O eso es lo que se transmite y se deduce directamente con el comportamiento y con los hábitos establecidos en los entornos familiares y, por lo tanto, lo, con y como, se educa.
No nos paremos a ver si adelantaríamos a los animales de compañía o la pareja si va delante de los abuelos, no desviemos la verdadera gravedad del asunto.
Si ya era difícil compartir horas de calidad familiares por las actividades laborales de los padres y sus hobbies, más las escuelas de los hijos y sus extraescolares, y las subdivisiones grupales televisivas, llegaron los ordenadores, los móviles y los juegos de pantallas con sus terroríficas y destructivas consolas.
Vivimos en la década de la normalización, ¿pero quién manda sobre esa normalización?
Efectivamente, las empresas que disponen de muchos recursos para “normalizar”, pues justamente lo que ellos consideren o les vaya mejor es lo que nos venderan como «normal». Seamos honestos, sería paranoide imaginar unas personas invertir en una empresa para normalizar justo lo contrario de lo que les aporta un beneficio. Lógico y entendible.
Una cosa es ver la realidad detrás de los intereses creados, y otra evitarla o eludirla.
Con quién cenarías esta noche es la pregunta que te espera al final de este escrito, y espero que llegues en condiciones de poderla contestar porque te aseguro que te vas a llevar una lección y una sorpresa.
En las normalizaciones cabe todo lo que se quiera hacer entrar, solo tienes que disponer de un interés concreto y recursos para imprimir y presionar a la población sumisa para que repita la parte del mensaje que has diseñado para que así sea.
Si algo hemos aprendido estos últimos años, es que aquello que se repite insaciablemente por los medios, se hace realidad para los consumidores.
Pero les guste o no, la realidad es otra, y por mucho que la tapen, tarde o temprano saldrá, y crear una familia no es llenar la casa de televisores, teléfonos y ordenadores.
Crear una familia es plantearse una transmisión de información mediante la educación, y sobre todo, el ejemplo, y en Esfera lo tenemos muy claro y acompañamos a familias por ese camino.
El gran error que se comete, es olvidarse de ser ese ejemplo, los niños, son los proyectos y los resultados de las familias, y todo lo que les acontece y como reaccionan, se mueven y respiran, si no lo han aprendido en casa del ejemplo directo de los padres, lo han aprendido en casa del ejemplo directo de los padres en las teles.
Estamos tan despistados que solo hace falta un vídeo para que veas, con niños normales de hace unos pocos años y que no crecieron enchufados a las pantallas para no “molestar”.
Y esta es la pregunta que deberías responder antes de ver el vídeo: si te dieran a elegir con cualquier persona del mundo, viva o muerta.
¿Con quién cenarías esta noche?
Cuando tengas la respuesta, mira el vídeo y siéntate para ver el final.